martes, 31 de mayo de 2011

Constantino Cavafis



La obra de este poeta, nacido en Alejandría en 1863 y muerto en la misma ciudad en 1933, se compone únicamente de ciento cincuenta y cuatro poemas revisados y pulidos hasta la perfección, lo cual da una idea de su concepción de la Poesía: Señora altísima, objeto sagrado de culto. Cavafis es por ello y por otros motivos un poeta excepcional: máximo representante de la literatura griega contemporánea, educado a la inglesa, influido por el simbolismo y el parnasianismo franceses, habitante de una Alejandría tradicionalmente multicultural, multirracial y moderna, admirador y estudioso de la Grecia helenística...todo eso lo convierte en un autor original ya sólo por su contexto.


Los mejores textos de Cavafis fueron escritos en su madurez, a esa edad en que algunas personas adquieren una cierta intuición vital que les permite estar en el mundo como si ya lo hubieran visto todo. Sus poemas no contienen ni un desgarro, ni un grito, sino que contemplan la existencia desde una distancia grave e inteligente, solemne e irónica a la vez, como contempla el mar un hombre que ha pasado navegando toda su vida. Por los poemas del autor alejandrino desfilan efebos ingenuos y deseables, personajes históricos, gentes anónimas...y objetos, objetos cotidianos que siempre tienen un significado hondo y preciso (los cirios apagados son los días consumidos; los cirios encendidos son los días que nos quedan por vivir). Uno de los mayores logros de su poesía es el acercamiento de los personajes y hechos históricos al lector moderno, normalmente poco versado en lecturas clásicas. Mediante la técnica de la máscara, o usurpación de la personalidad, la voz del yo-poeta se apropia del alma de Marco Antonio –y su pensamiento al dejar Alejandría, en El Dios abandona a Antonio-, la temeridad de Julio César, el miedo de Cesarión, las emociones de los dioses del Olimpo...y nos presenta a todos ellos como seres perfectamente humanos. La re-creación constituida a base de elementos irreales es lo que los hace reales.

Y así, Cavafis muestra que la historia, como creían los griegos, tiene algo de cíclica, porque los Senadores de hace veinte siglos hacían gala de una ambición parecida a la de hoy en día. Y la nostalgia del pasado, el miedo a lo desconocido, la debilidad que nos acecha en los peores momentos, la atracción sexual ligada muchas veces al sentimiento de culpa, la impotencia ante el paso del tiempo...todo eso, que es inherente a la condición humana y no cambia nunca, lo supo expresar Cavafis maravillosamente en cada uno de los ciento cincuenta y cuatro poemas que componen su obra. Una obra de lectura exigente ( no olvidemos que la Poesía es la Señora a la que debemos rendir culto ) pero agradecida, que huye de la identificación fácil para adentrarse en la esencia de la experiencia humana. 


SELECCIÓN DE POEMAS:


Murallas.

Sin consideración, sin piedad, sin pudor
en torno mío han levantado altas y sólidas murallas.

Y ahora permanezco aquí en mi soledad.
Meditando en mi destino: la suerte roe mi espíritu:

tanto como tenía que hacer.
Cómo no advertí que levantaban esos muros.

No escuché trabajar a los obreros ni sus voces.
Silenciosamente me dejaron fuera del mundo.


Adición.

No pregunto si soy feliz o no.
Pero hay algo que permanece
siempre alegre en mi cabeza:
que en la gran suma
-esa suma que aborrezco-
de sus demasiados números,
yo no soy uno,
no soy uno de esas unidades.
Yo no fui contado en el total.
Y eso ya me alegra suficientemente.


Ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca 
pide que el camino sea largo, 
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al colérico Poseidón, 
seres tales jamás hallarás en tu camino, 
si tu pensar es elevado, si selecta 
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. 
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al salvaje Poseidón encontrarás, 
si no los llevas dentro de tu alma, 
si no los yergue tu alma ante ti.


Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.


La ciudad

Dices "iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos solo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios
llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí arruinaste
la has destruido en todos los rincones de la tierra.



"Si imposible es hacer tu vida como quieres, 
por lo menos esfuérzate cuanto puedas en esto:
no la envilezcas nunca 
por contacto excesivo con el mundo
que agita movedizas palabras".

Constantino Cavafis.



domingo, 15 de mayo de 2011

Baudelaire y la ciudad


La poesía de la ciudad:


Uno de los temas más destacados de "Las Flores del Mal" es el de la ciudad con su misteriosa fascinación pero también con sus miserias, sus criminales y sus malvivientes. Baudelaire no solo incorpora los productos más degradados de esa nueva sociedad, sino que afirma incluso que debemos buscar en ellos los "nuevos héroes de nuestro tiempo". Ha descubierto en París una nueva fuente de poesía: la existencia de los seres marginados.

Él mismo se caracterizó por el rechazo y la actitud desafiante que enfrenta a "la civilización", por eso nos presenta subproductos del mundo civilizado. Nos muestra cuál ha sido el precio de la gran industria y de la enorme concentración humana. Es decir, a costa de qué miserias fue construida la gran ciudad.

Reconoce la fascinación que produce la ciudad, la cual puede provenir hasta del horror. Aparece la dualidad de la modernidad donde los seres pueden ser "decrépitos y encantadores". La gran industria lleva a una sobreabundancia de estímulos que nuestra conciencia no tiene tiempo ni energía suficiente para asimilar. El artista es el único que puede captar la singularidad de esos "shocks", ya que la belleza está en ese carácter único e irrepetible de esas experiencias fugaces.

Cuando los estímulos son excesivos, como sucede en la sociedad moderna, en lugar de experiencia vivida lo que se produce es una serie de shocks y la repetición de esos sobresaltos, de esos impactos no asimilados. El espanto es uno de los aspectos centrales de la experiencia de Baudelaire. "El estudio de la belleza, dice Baudelaire, es un duelo donde el artista grita de espanto antes de ser vencido". Se trata de una lucha, un duelo con el mundo que lo rodea pero también con las palabras que serán las que le permitan expresar por lo menos su derrota

Baudelaire explica: "Al poeta le toca traducir en un lenguaje magnífico, distinto al de la prosa y al de la música, las conjeturas eternas de la curiosa humanidad (...) es un alma colectiva que interroga, que llora, que espera y que adivina, a veces".

La presencia de la multitud

La multitud que está siempre presente en su obra es la de la metrópolis superpoblada y ofrece el aspecto de algo amorfo, impersonal e indiferente. La soledad del hombre en medio de la multitud y el carácter amenazante de esta ya había sido tratado por otros autores como Poe ("El hombre de la multitud"). En el caso de Baudelaire la diferencia está en que el poeta se vuelve cómplice de la multitud, se interna en ella y allí busca rescatar lo que esta tiene de embriagador y al mismo tiempo sufre por su indiferencia y su aspecto amenazador. No es una realidad que le es ajena sino una de las condiciones de su propia vida.

La despersonalización aparece tan clara que las personas son tratadas como "fantasmas" en muchos de sus poemas, no solo son indiferentes sino también hostiles.

La visión de la muchedumbre de Baudelaire siempre será ambigua, por un lado la rechaza pero por otro encuentra en ella una belleza deslumbrante y enloquecedora, maravillosa en sus posibilidades pero efímera, fugaz, irreal y sobre todo inhumana.

La vida en la ciudad lleva a la pérdida del encuentro humano en el amor, la destrucción de la posibilidad de un contacto humano libremente desarrollado. En medio de la multitud las necesidades del hombre persisten, pero las posibilidades de establecer un contacto humano verdadero disminuyen. Es más, al aumentar los estímulos se multiplican los encuentros casuales y fugaces lo cual resulta más hiriente aún y lleva a una sensación permanente de frustración e insatisfacción. 

Por otra parte el confort contribuye también al aislamiento del hombre al volver  cada vez más inútiles determinados actos que antes nos ponían en contacto con los demás.


Material extraído de "Apuntes de Literatura: La poesía de Charles Baudelaire" Ed. Hontanar.

sábado, 7 de mayo de 2011

Charles Baudelaire

Panorama general de su vida y obra.
Información sobre "Las Flores del Mal"



domingo, 1 de mayo de 2011

Poesía del siglo XIX: Romanticismo, Parnasianismo y Simbolismo

Romanticismo

A finales del siglo XVIII y principios del XIX se inicia en Alemania e Inglaterra la corriente cultural y artística llamada Romanticismo. En gran medida tuvo sus antecedentes en el Sturm und Drang y mantuvo de este sus dos características fundamentales: la libertad de creación y la preponderancia del subjetivismo.
El término “romanticismo” proviene del adjetivo inglés “romantic” usado para señalar la naturaleza aventurera de las novelas de caballerías. Posteriormente se comenzó a utilizar como un calificativo para designar al sentimiento al que inducían los paisajes y castillos en ruinas.
Este movimiento reaccionó contra el clasicismo y la Ilustración, poniendo énfasis en los sentimientos del yo creador, que debía expresarse sin seguir reglas aristotélicas, es decir, terminar con las teorías de la imitación. En este sentido su rasgo revolucionario es incuestionable. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición, con el orden y con la jerarquía de valores culturales y sociales imperantes. La libertad auténtica es su búsqueda constante.  Debido a que el Romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo, es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.
Características del Romanticismo
El Romanticismo fue una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía, ante todo:
  • La supremacía del sentimiento frente a la razón.
  • La fuerte tendencia nacionalista de cada país.
  • La del liberalismo frente al despotismo ilustrado.
  • La de la originalidad frente a la tradición grecolatina.
  • La de la creatividad frente a la imitación neoclásica.
  • La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante.
También se caracteriza por una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces, prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca… Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón.
El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. “La belleza es verdad”.
Preferían la evocación del pasado. Se alejaron de la realidad evadiendo el tiempo. Predominaron en ellos los sentimientos de tristeza, melancolía, amor a la soledad, escenarios lúgubres, descontento.
En sus obras se aprecia por sobre todo el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta “el yo”, subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón.
Este movimiento fue muy importante e impactante, desarrollándose durante la primera mitad del siglo XIX; sin embargo también este espíritu tan renovado y libre de creación provocó reacciones contrarias. En la segunda mitad de este siglo, surgen distintos movimientos por oposición al Romanticismo. Estos son: el Parnasiansimo y Simbolismo (en poesía) y el Realismo y Naturalismo (en narrativa).

Parnasianismo

El Parnasianismo fue un movimiento literario francés de la segunda mitad del siglo XIX que surgió como reacción contra el Romanticismo, el subjetivismo y el socialismo artístico.
Esta corriente retorna a la temática griega y latina, construyendo una escuela literaria que va más allá de la asimilación de la temática clásica, para romper con el principio romántico de la pasión.
El nombre de la escuela se debe  al nombre de una revista que un grupo de poetas sacaba periódicamente titulada “El Parnaso contemporáneo”. Sus características principales fueron:
  • “El arte por el arte”: en el momento de la creación el artista debe deslindarse de cualquier preocupación.
  • Frialdad expresiva: los textos son objetivos e impersonales. Se sustituye el lirismo por las frías, rígidas y hieráticas formas clásicas de la poesía grecolatina y con estrictos cánones métricos.
  • Contexto como escenario: el mundo o la naturaleza es un simple escenario, sólo sirve para ubicar o describir, pero cuya naturaleza es artificial, bucólica.
Esta posición tan extremista que buscaba inculcar en el arte una metodología científica, lo convirtió en un movimiento de poca duración por su difícil implementación en los poemas. 
Como una nueva alternativa que buscaba un equilibrio entre exacerbado uso del yo del Romanticismo y la excesiva frialdad del Parnasiansimo, surge el Simbolismo, iniciado por el poeta Charles Baudelaire con su poema “Correspondencias”.
Simbolismo

El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XIX. Reacciona contra los valores del materialismo y del pragmatismo de la sociedad industrial, reivindicando la búsqueda interior y la verdad universal. Proponía expresar sus ideas, sentimientos y valores mediante símbolos, imágenes, metáforas  o de manera implícita, más que a través de afirmaciones directas (sugerir antes que decir). Buscaban la musicalidad en el poema sin caer en la falsa sensibilidad.
Con este panorama podemos ver los cambios que la poesía fue experimentando durante el siglo XIX y que de alguna manera son la antesala de las Vanguardias del siglo XX.